Imagen: Bachillerato Internacional – 2020
Compartimos el artículo escrito por Natalia Tieso, Mg en Educación,
responsable de desarrollo regional para América Latina del Bachillerato
Internacional (IB). Esta es la transcripción completa:
“La frase más escuchada en el ámbito educativo durante este año tan
especial seguramente fue “Hoy es uno de esos días…” – en palabras de una colega
educadora- debido a los innumerables encuentros en formato online, mensajes de
WhatsApp recibidos a cualquier hora, los incesantes pedidos de planificación
personalizada, los recordatorios de los webinars a los cuales estamos
suscriptos porque nos interesa nuestro propio desarrollo profesional y así
quizás evitemos grabar tantos tutoriales para nuestros alumnos. Mientras que
repetimos una plegaria a “San Internet” para que no se corte la conexión porque
tenemos que compartir pantalla en la reunión de padres, el agua del té que se
derramó demasiado cerca del Modem, y preguntamos “¿se escucha bien?”, señalamos
que no se escucha porque “estás muteado”, rogamos a los adolescentes que
“enciendan la cámara”, y explicamos una vez más que “ahora nos vamos a las
salas de Zoom”.
Es innegable que este año todos los miembros del ecosistema
educativo (docentes, directivos, alumnos, padres, consejeros escolares,
psicopedagogos, miembros del gabinete de orientación profesional y demás
actores) han descubierto cuán capaces son de adaptarse a la mejor versión de la
película “The Truman Show” y comprender que la realidad a veces supera hasta la
mejor película de zombies, de epidemias y de realidad virtual.
Asimismo, los educadores han realizado un salto de calidad en la
práctica áulica para gestionar la diversidad en el actual contexto de enseñanza
remota de emergencia y así evitar que las diferencias se transformen en
desigualdades. Conceptos como equidad, igualdad, justicia social y brecha
digital empezaron a sonar fuertemente en una pedagogía afectiva y efectiva que
posibilite -al menos- (e idealmente que garantice) un aprendizaje de calidad de
todos nuestros alumnos.
Por todo esto, la otra frase más escuchada: “este fue un año
perdido”, no quedaría en vigencia ya que hemos aprendido, y ¡mucho! Alumnos más
autónomos y responsables de su propio aprendizaje, una alianza más sólida entre
familia y escuela, docentes que priorizaron el aprendizaje social y emocional
de sus alumnos con efectivas propuestas pedagógicas y que se animaron a
transformar la educación desde una virtualidad no elegida. Los educadores han
desarrollado grandes habilidades de cooperación con sus colegas para poder
todos juntos ser expertos en las múltiples herramientas que hace tan solo nueve
meses ni sabían que existían.
Por supuesto todavía quedan retos por enfrentar como las aulas
burbujas, las vacunas, la adecuación de los contenidos curriculares, etc. pero
de algo ya no quedan dudas: “la inteligencia emocional es determinante en el
aprendizaje y en el éxito académico” y “gracias a una mentalidad de
crecimiento, podemos mejorar nuestras habilidades a través del entrenamiento y
del esfuerzo”, si replicamos citas de referentes contemporáneos como Daniel
Goleman y Carol Dweck respectivamente.
Alineada a estos supuestos, es importante que, desde cada uno de
nuestros lugares, como balance y cierre, les hagamos llegar total admiración,
respeto y felicitaciones, a cada uno de los miembros de las instituciones
educativas y a las familias que sostuvieron desde sus hogares a los alumnos
para adaptarse a esta nueva realidad y acompañaron en el trabajo de diversas
situaciones para continuar, a pesar de todo, con la educación de sus hijos.
Seguramente este año se termina con grandes dosis de cansancio y agotamiento mental
y en algunos casos, hasta ansiedad por recibir los resultados de exámenes
internacionales. Pero sin dudas, el esfuerzo ha valido la pena: una vez más,
los educadores no solo han ofrecido apoyo académico y contención emocional a
sus alumnos y sus familias, sino que también han sido audaces para aprender y
desarrollar nuevas competencias en un contexto inesperado y dinámico.
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